miércoles, 15 de octubre de 2014

CUENTOS (Japón): El Monstruo Sin Nombre

Prologo: Se acerca Halloween, y que me mejor manera de hacerle un guiño que con un cuento de monstruos (uno de mis preferidos). En la cultura japonesa los shinigamis o dioses de la muerte conducen a las personas al abismo de su existencia. Pero, en ocasiones, hasta los monstruos también se revelan contra su identidad, esta es una de esas historias...

                                El monstruo sin nombre – Obra De Naoki Urasawa 



Érase una vez, en una tierra lejana, un monstruo sin nombre que vagaba por el mundo alimentándose de las personas. Este monstruo ansiaba tener un nombre, una identidad, hasta el punto de enloquecer. De tal forma se embarcó en un viaje desesperado para encontrar un nombre. En un momento dado, al ser consciente de la inmensidad del mundo decidió partirse en dos para conseguir su propósito. Así nacieron los gemelos sin nombre. Uno de ellos se dirigió al oeste, mientras que el otro partió hacia el este en busca de su cometido.

En su camino al este el monstruo encontró un poblado habitado y bullicioso. El monstruo acudió a la primera casa, que resultó ser la del herrero. Encontrándose al fornido hombretón en su puerta, le requisó ‘Señor herrero, señor herrero, dame tu nombre’. A lo que el herrero respondió hastiosamente ‘¿Y por qué darte mi nombre?’ El monstruo entonces pensó un instante y contestó ‘Si me prestas tu nombre, te daré toda mi fuerza’. El herrero, interesado, contestó ‘¿De veras? Si me das tu fuerza, te doy mi nombre’. El monstruo asintió, y seguidamente se introdujo en el cuerpo del herrero, y le dio su fuerza. Así, el monstruo pasó a ser Otto El Herrero…

A partir de ahí el herrero fanfarroneó de su fuerza ‘Miradme, miradme todos, soy Otto el hombre más fuerte’. Una frase que repetía con arrogancia, fomentando su ego y con ello despertando el hambre interna del monstruo. ‘Miradme, miradme, el monstruo se hace fuerte dentro de mí’. Pero un día el monstruo creció tanto que, lleno de hambre, se tragó al herrero desde dentro, haciendo a los lugareños huir despavoridos. Y así, el nombre de Otto el herrero se perdió, de nuevo era solo el monstruo sin nombre. El monstruo se lanzó a por Hans el zapatero, antes de que pudiera escapar, introduciéndose en él. Pero el monstruo, insaciable tras semanas en ayuna no pudo evitar comérselo a él también desde dentro. Y lo mismo paso con Thomas el cazador, y con el resto de la gente del pueblo. Al final, el monstruo sin nombre aplacó su hambre pero quedó nuevamente sin el ansiado nombre...

El monstruo, irritado, se dirigió al castillo próximo que protegía al poblado, atraído por las luces de sus antorchas. Trepo por sus paredes entrando en una alcoba en la que yacía un niño muy enfermo. El monstruo al verlo debilitado siguió la misma táctica ‘Pequeño niño, si me das tu nombre te haré recobrar tus fuerzas’. Y el niño respondió ‘Si me ayudas a recuperar las fuerzas, te daré mi nombre’. Y así el monstruo se introdujo en el niño. Su nombre era… ¡un nombre estupendo!


El niño, que resultó ser el príncipe del castillo, recuperó toda su energía, y fue ovacionado al recobrar y mostrar con orgullo toda su vitalidad. El monstruo dentro de él se sentía muy satisfecho con su nuevo nombre y su gloriosa vida como príncipe del castillo. ‘Miradme, miradme, el monstruo se hace fuerte dentro de mí’. Y aunque el hambre crecía dentro de sí, el monstruo renegaba de su apetito, consciente de que supondría el fin de su recién adquirido nombre e identidad. Pasaron los días y el monstruo dentro de sí luchaba cada vez más por reprimir sus instintos. Finalmente el hambre fue demasiada, y el propio príncipe, íntimamente unido al monstruo interno, se lanzó a la caza de sus siervos. ‘Miradme, miradme, el monstruo dentro de mí ha crecido hasta ser parte de mi’. El príncipe se comió a todos los vasallos, y a su padre el rey, y a toda la corte real, pues su hambre era enorme. El príncipe sació su hambre pero quedó solo en el castillo, por lo que se vio obligado a viajar a otro lugar...

Vagó durante días y días, hasta que un día el niño se encontró con un monstruo sin nombre. Era nada menos que su otra mitad al que inmediatamente reconoció. Y el niño le dijo ‘He conseguido un nombre maravilloso’. Pero el monstruo del oeste le replicó ‘¿para qué necesitamos un nombre? Después de todo, somos monstruos sin nombre’. El niño, muy airado, se tragó al otro monstruo. ‘Miradme, miradme…’ empezó a proclamar, pero no quedaba nadie para oír su nombre. Una lástima, ¡pues Johann era un nombre estupendo! FIN.


Texto: Luis R. Pertierra (Fuentes: Monster - Manga de Naoki Urasawa)

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